La Posada del Fresno

viernes, 22 de marzo de 2013

Mis amigos los Fresnos, un árbol mágico.

Mis amigos… los fresnos
Historia de un árbol mágico

Ángel Martínez García
Montejaque

A lo largo de mi vida, el contacto con la naturaleza ha sido una constante. Son infinidad de paisajes, momentos vividos, situaciones comprometidas, penas y alegrías compartidas, descubrimientos, estaciones frías y calurosas, con lluvia, viento o nieve, y, en todas mis andanzas por esos montes de mi tierra, nunca un árbol llamado fresno me sorprendió tanto, captando mi atención tan agradablemente y siempre asociados a buenas vivencias y buenas vibraciones, en todos los sentidos. 
El fresno – el hermano fresno- es un árbol majestuoso de hasta 40 metros de altura. Muchas veces los observé, al pie o recostado en su base, a la sombra que proyectaban. Sus troncos son rectos, erguidos, altos hasta sus cimas. Rodeados de una corteza agrietada y sus hojas de un color verde calizo. Son bonitos, dando buena sombra donde cobijarse en verano. Al más común de los fresno, los entendidos, le llaman en latín Fraxinus excelsior, un nombre incluso interesante. Aunque sea un árbol muy “sobresaliente” –excelsior- prefiero utilizar el nombre común que le da el hombre del lugar, y de fonética tan agradable de pronunciar… fresno.

Como dije antes, captaron mi atención, he hicieron que me interesara por ellos, así qué, poco a poco anduve investigando y descubriendo algunas cosas, que me sorprendieron gratamente. 
Para describir un fresno diré, que es un árbol caducifolio, de origen Europeo y de Asia Menor. Florecen en marzo y abril, aunque sus flores – sin cáliz ni corola- no tienen un interés ornamental. Su copa –extendida- es hermosa, cuando el árbol está en su plenitud. El fresno es muy resistente al frió y a la climatología adversa. Sé, por experiencia, que le gustan los sitios y suelos frescos, húmedos y profundos. Es de crecimiento rápido, multiplicándose por sus semillas que se aletargan y deben someterse a determinados tratamientos, cuando se cultivan para sembrarlos, formando alineaciones o grupos llamados fresnedas. Creo que la mas cercana e importantes de la zona, está entre la Estación de ferrocarril y Cortes de la Frontera.

Como no quiero ser exhaustivo con datos científicos –yo no lo soy- dejemos que cada cual consulte en cualquier Enciclopedia. Lo que deseo es trasmitir mi amistad con nuestro hermano árbol –siempre tan amenazado por los terroristas del fuego y de la especulación- y en particular con el fresno, ya que es mi árbol preferido. Creo que la unión de antaño, del hombre con la naturaleza, la perdimos y estamos en la obligación de recuperarla.
El Burro Peregrino fresno es un árbol mágico, -todos los son sea cual sea su especie- y he tenido buenas vivencias de momentos pasados junto a él, en lugares como La Sauceda, los ríos Hozgarganta, Campobuche, Guadiaro, Genal o las cuevas de Motilla, Parralejo, Ramblazo, Gato, y otras muchas, a lo largo de mi vida por la geografía serrana, de estas y otras latitudes. 
He leído, que el Universo era percibido -antes de las religiones monoteístas- como un todo orgánico y vivo, del cual la Humanidad es parte sustancial del mismo, afirmándose la unión intima del hombre con la naturaleza, pero cuando estas religiones -las Religiones del Libro- aparecen, se rompió el principio de esta armonía. 

Muchos pueblos antiguos, vivían en torno a los árboles. La palabra, se confiaba al Árbol Sagrado del lugar, o, Árbol del Concejo, como por ejemplo, el Árbol de Guernica. El roble, en la antigüedad, era el árbol sagrado por excelencia. La encina también lo fue para los aqueos, aquellos habitantes del Peloponeso en la antigua Grecia. También de nuestros antepasados, los iberos y celtas, que habitaron el sur y el este de nuestra península, entre los siglos VI a.C. y II a.C. y probablemente, como resultado de un proceso de aculturación por su prolongado contacto con los pueblos colonizadores mediterráneos (púnicos y griegos), supieron crear sus lugares sagrados, en medio de arboledas, junto a manantiales y cuevas. En aquella época, el fresno era conocido como Nion por los antiguos pueblos hispanos. De fresno, eran las varas druídicas descubiertas en el yacimiento de Anglesey con decoraciones espiralazas -ya me parecía a mi que algo mágico tenían-, y fue el árbol sagrado para las culturas nórdicas, y aquí quería yo llegar.
Conviene saber que los pueblos escandinavos, llamaban al fresno “Yggdrassil” y lo consideraban el árbol que sostiene y contiene todas las fuerzas del Universo. ¿Será por eso que siempre me llamó la atención? Pensaban, ellos las gentes del norte, que sin él, el mundo se desplomaría. Odin –el Dios del Trueno- acude a los pies del fresno para recibir sabiduría. Yggdrassil, el fresno, era para estos pueblos la representación del cosmo, sirviendo como puente entre la esfera celestial y la terrenal por el que descendieron los Dioses para crear el mundo. 

Caminando por esos parajes o senderos recónditos de nuestros bosques en galerías, o, a través de las espesas umbrías, entre el murmullo producido por el balanceo de las hojas de las ramas y el sonido del correr del agua en los torrentes, o alrededor de una cerca de piedra, he creído alguna vez percibir la presencia de genios, elfos o hadas… arbóreas runas mágicas, llegando a sentir, que yo también soy parte del todo. Reflexionando, pienso, que los árboles son un don divino, y -según mi opinión- representan mejor que nada, el símbolo del Universo y de su Gran Arquitecto Creador, en su manifestación física y también moral. De ahí esas frases o refranes que todos conocemos: “el árbol del bien y de mal, “tener un niño, escribir un libro y sembrar un árbol”, “árbol de la vida y la muerte”, “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”,… y tantas otras. 

Del fresno -mi amigo Fraxinus- he averiguado, qué en la mitología es el Árbol de Mundo, y que contiene en si todas las fuerzas del Universo. Sus tres ramas sostienen el cielo y sus frutos las estrellas, sustentándole sus tres raíces. La primera de ellas, baja a las profundidades subterráneas y beben en la fuente de la vida -¿será por eso por lo que siempre me apasionó la espeleología?-; la segunda raíz, se hunde hasta los hielos, origen de las aguas y región de los ancestros, nuestros antepasados; la tercera, se hunde en la fuente de la memoria y la sabiduría. De las tres raíces sumergidas en lo profundo de los tres reinos subterráneos, dicen que brota por su tronco, la región terrícola donde viven los hombres, y se elevan al reino celeste donde viven los dioses.
Pero ahí no queda la cosa. El fresno es mágico, ya que, junto al roble y el espino, forman la triada de árboles consagrados a las Hadas, y cuentan… que allí donde estén juntos los tres, con suerte, se pueden ver a estas damitas.

Los fresnos me llevaron de sorpresa en sorpresa. Su madera, por sus propiedades impermeables, es excelente para la construcción de barcos y remos y desde el principio de los tiempos se les asoció a las deidades marinas. Sus recias y rectas ramas se han utilizado para fabricar muebles, arcos, lanzas, postes, vigas, mangos de herramientas, etc. Los arqueros ingleses, famosos en la Edad Media, construían sus arcos de madera de fresno
Sus hojas sirven para alimentar el ganado. También su corteza y las hojas, tienen propiedades curativas diversas y son fuente de medicamentos naturales para curar y sanar enfermedades y dolencias como las altas fiebres, efectos anti-inflamatorio, laxante, dolores de las articulaciones y vías urinarias, gota, reuma, dolores en general, etc.

Descargando los plantones
Mi amigo, a su vez, tiene otros amigos: el fresno Excelsior; el fresno Fraxinus ornus, también llamado fresno florido; el Fresno Montano que está considerado en los Highlands, el Árbol de la Vida, ya que su fruto -unas bayas rojas perennes- aplaca el deseo de comida por mucho tiempo. Así qué los amigos de mis amigos son mis amigos. 

Atendiendo las indicaciones de los expertos
Desde siempre, he tenido mucho respeto por nuestra comunidad arbórea. Ellos estaban aquí, en nuestro planeta, antes que el hombre se hiciera hombre, y, nos han acompañado a lo largo de nuestra historia. En mi propia historia personal, a lo largo de mi vida, cuento con multitud de pequeñas aportaciones a favor de nuestros amigos los árboles. Momentos vividos en relación con ellos, en varias campañas de reforestación de encinas y alcornoques en las Marismas del Odiel –cuando era pequeño mi hijo Pablo- en la desembocadura de este río. O, más recientemente, como nuestra pequeña contribución del año pasado, año de poca lluvia, de sequía, heladas e incendios, en el municipio de Montejaque, y que consistió, en organizar una jornada con niños, jóvenes y amigos espeleólogos, para intentar reforestar la ladera de la cercana Cueva del Hundidero, con especies como alcornoques, olivos, chopos, fresnos, acebuches, adelfas y pinsapos, en una cantidad de más de 400 plantones, que esperamos que alguno haya agarrado. Jornada que deseamos repetir en próximos ocasiones, y a las que desde aquí, invitamos a participar a todo el que lo desee, ya que, cuidar a los árboles, es cuidarnos a nosotros mismos. 

Desde siempre, los árboles nos han regalado sus frutos, su madera, sus propiedades, sus sombras y colores, su cobijo, Así qué, como a nuestros mayores, les debemos nuestro respeto, nuestra consideración y nuestro agradecimiento. 

Montejaque, un día muy caluroso del mes de Julio de 2006 
Ángel Martínez García

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