La Posada del Fresno

domingo, 24 de marzo de 2013

LA FLORA Y LA FAUNA

LA FLORA Y LA FAUNA
Andando por nuestras mágicas montañas
Texto: Angel Martínez

Desde hace tiempo conocemos el macizo kárstico de esta vertiente del Guadiaro por nuestra relación con la espeleología. Son muchas las zonas de la Sierra de Grazalema y de la Serranía de Ronda en las que hemos prospectado durante años, por lo que nuestro conocimiento del terreno es bastante amplio. El territorio, su flora y su fauna, es de una belleza que atrapa el alma y por ello siempre lo hemos considerado “nuestras montañas”. Su orografía es agreste, dura y amable como la de cualquier terreno calizo y su vegetación y su fauna son abundantes. 

Tenemos la suerte de vivir en estas latitudes y de estar dentro de unos de los Parques Naturales más importante de Andalucía, el de “Sierra de Grazalema”. Ahí no acaba la suerte pues limitamos con el Parque Natural de Los Alcornocales y un poco más lejos con el Parque Natural de la Sierra de las Nieves. Todos ellos dentro de la Red de Espacios Naturales Protegidos de nuestra Comunidad Autónoma.

La biodiversidad que nos rodea es impresionante. Además del paisaje kárstico, nos encontramos con una fauna rica y diversa como ciervos, corzos, cabra montes, zorros, comadrejas, tejones, nutrias, ginetas, culebras, lagartos, erizo común, musarañas, lirones, topillos, y otros. Podemos encontrar colonias de grajos o buitres, rapaces como los azores, águilas reales y perdiceras, algún alimoche, cuervos, zorzales, abubillas, palomas torcaces y un largo etc. Una variedad de pequeñas especies de aves como los arrendajos, pinzones, verdecillos, currucas, e infinidad de otros muchos, podemos escucharlos y verlos juguetear en las arboledas. Merece la pena destacar también la importante colonia de murciélagos, especie que está protegida, del Sistema Hundidero-Gato.

En cuanto a la flora y dependiendo de la época del año, hay que destacar, exuberantes y coloridas manchas de peonías, amapolas serranas, iris, o narcisos y otras muchas más. En las zonas altas, bellos alcornocales, robledillos y quejigos –algunos centenarios- rodeados de brezos, mirtos, genistas, etc. y si vamos a Líbar algunos pinsapos. Cuando caminamos por los ríos Gaduares o Campobuche, o por el más principal, el Guadiaro o rió de oro, en las zonas bajas de ribera disfrutamos de las sombras de sus bosques en galería, donde se intercalan distintas especies arbóreas como fresnos, sauces, olmos, chopos o álamos blancos, rodeados de adelfas. Palmitos, lentiscos, acebuches, algarrobos acompañan a la masa forestal en las dehesas de encinas y alcornoques junto al brezo, jara, genista y mirto. Abundante son las setas en el valle del Guadiaro zona micológica por excelencia. 

Es hermoso caminar por los senderos de la “ruta de los poljes” –valles a distintas alturas entre montañas- en cualquier época del año, por ejemplo: desde la cancela de Jaraestepar hacia el Burfo, para tomar el sendero de Zurraque. Disfrutar de un buen trago y un buen bocado en el Hoyo de la Matanza, mientras contemplamos el paisaje de la otra linde de la Sierra, antes de emprender el regreso por la zona alta -donde nace el Arroyo de los Álamos- camino del polje o valle del Cilantro. O bien caminar por el sendero fluvial, entre las estaciones del ferrocarril de Benaojan, Jiméra de Libar y Cortes de la Frontera.

En cualquier rumbo que tomemos, la contemplación, los olores de las plantas, los sonidos de las aves, del movimiento de las ramas, o bien el de nuestros propios silencios y la ausencia de nadie, nos sirve de ayuda a la introspección personal, produciéndose un torbellino en el interior de cada uno que acaba enganchando como el paisaje.

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